viernes, 4 de septiembre de 2009

el amolador


Todas los ocasos, luego del gato que pasea por la ventana del quinto piso, el piano oscuro de la vieja del tercero, las hojas danzantes en la brisa seca y los tristes niños que van en sus triciclos por el callejón de entrada, se ve la silueta tergiversada del sombrero por los reflejos de esas horas y la figura sentada, lanzando el sonido típico de su arrivo, chillido impenetrable y agudo del metal chocando a la roca en movimiento.

Era una tarde asfixiante y el amolador, sentado en su banco de caoba a la sombra de un cordial castaño, recibía los oblicuos rayos plateados de un atardecer casi metálico junto al llanto del objeto que se amola.

Pulía con delicadeza, se diría que hasta acariciando con un cuidado obsesivo, lento y siniestro el cuerpo de aquel sagrado caliz aztheca destrozado por el tiempo y la cotidianidad, desmoronaba con una roca dotada de simetría cilíndrica la gastada piel de aquel instrumento, desvaneciendo las imperfecciones en los borde, dotando de curvas y filo las lineas de su objeto de trabajo, haciendo girar la roca con sus manos mediante mecanismos dignos de hermosa ingeniería de antaño.

Sentado, sentía las gotas que bailan por las curvas de su rostro, el Boreas solenme acaricia el cabello dorado que se escapa del sombrero gastado, la mirada turbia escondida en las sombras y la sonrisa poética del trabajador dibujandose en los extremos de las mejillas, una sonrisa de complicidad, mientras los cuchillos resplandecian de alegría, felices por no envidiar a los espejos, felices por retornar renovados despues de conocer su propia piedra filosofal a sus castillos culinarios, listos para sacar las entrañas rojas y esplendorosas de los tomates, abrir el pecho de multitud de pavos, desangrar variedad de frutas, descuartizar el cilantro lleno de frescura, descansar reposando en el estante a la izquierda de la ventana y pasearse uno que otro en las manos del hombre que camina hacia la habitación, donde la dama duerme con el pecho descubierto.

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Caracas

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fatal y hermosa muerte de las cinco de la tarde