domingo, 17 de mayo de 2009

fumandote


Sentado con la espalda posada en el respaldar de esa silla incómoda, toma cada curva de ella con la sutileza precisa que amerita tal sensualidad, la recuesta suavemente en la mesa rozando cada centímetro de piel delicada, tibia, calor imperceptible al tacto pero sensible al oído, con un movimiento hipnótico, terriblemente romántico.

Envuelve lentamente las piernas largas mientras dibuja la silueta de las caderas con el lápiz de sus dedos, subiendo lentamente desde el vientre, hasta el resplandecer de los senos y ahogandose en rulos cabellos cafés que se posan sobre las esquinas. / Continúa el proceso de envolver su cuerpo hecho para ser envuelto, cubierto ya por completo.

Levantada de la mesa, se encienden sus cabellos con la llama danzante de su yesquero, se quema ella dentro de él y absorbe cada instante de su pasión, cada bocanada de humo que atraviesa su garganta, llena los pulmones y escapa por la nariz. Suspiros ahogados en las espirales ondulantes de su figura ardiente, en los dedos largos de él, que toman sus caderas envueltas, envueltas por él y por ella. Espirales oscilantes en el espacio enrarecido.

Instante perpetuo, humo amargo que se escapa de la boca y pasa por la otra con el dolor característico de un suspiro a media noche bajo la tenue luz de los pensamientos.

// -Terminado ya el respiro, última bocanada consumada, luego de haber fumado a la mujer, se recuesta por completo en un sillón y observa la sonrisa de la luna con el cenicero volcado.

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Caracas

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fatal y hermosa muerte de las cinco de la tarde